Las emociones son reacciones biológicas que preparan al cuerpo para adaptarse a situaciones que se presentan día a día (Revee, 2010). Por años, las personas han intentado eliminar el malestar de sus vidas y con ello, quitar ciertas emociones, consideradas como negativas; pero paradójicamente esto encierra más dolor y sufrimiento, ya que cuando se quiere desprender de algo no deseado, esto no deja de estar presente en los pensamientos, así que gran parte del sufrimiento viene de quererlo evitar (Hayes, 2020). 
Esta manera de actuar, de querer evitar o reprimir el sufrimiento y las emociones está muy aceptada y reforzada culturalmente. Por ejemplo, cuando nos sentimos mal, lo más común que hacen las personas es decir “no estés triste”, “no llores más”, “no vale la pena”, ignorando que esto puede hacernos sufrir mucho más. La invalidación del sentir y de la expresión emocional tiene muchas consecuencias para la salud, tanto física como mental, las emociones no expresadas tienden a aparecer en el cuerpo como dolores o tensiones; también aparecen luego de forma excesiva, como la depresión, las fobias, etc., o de manera inadecuada, generando ante una situación insignificante una reacción emocional desbordada. 
Sin embargo, la realidad es que todas las emociones existen en busca de la supervivencia humana (Revee, 2010), surgen como reacciones ante sucesos cotidianos y todas cumplen determinadas funciones, encierran oportunidades para crecer, nos dan información sobre lo que es influyente para nosotros o que nos impacta de alguna manera y cada una de ellas es importante, aunque la sociedad nos haga creer que hay algunas “negativas”, lo cual no es cierto. Una manera más adecuada para nombrarlas podría ser emociones displacenteras, porque claro está que causan un malestar, se sienten como algo desagradable e incluso podrían llevar a actuar de maneras problemáticas si no aprendemos a expresarlas.
Así pues, como lo dice Norberto Levy, en su libro La sabiduría de las emociones, “cada emoción es una luz de tonalidad especifica que se enciende e indica que existe un problema a resolver” (2000, p.4), al hacer la analogía con los comandos de un auto que indican si el combustible o algún otro liquido necesario subió o bajo y que hay que resolverlo.  
En otras palabras, el sufrimiento hace parte de la vida e intentar evitarlo se convierte en debilidad, evitar emociones nos impide aprender de nosotros mismos y adaptarnos al medio, al no escuchar o entender el mensaje que cada una de ellas trae. Por lo cual, vale la pena hablar de la función de las emociones, en este caso las básicas, que son 6 según Paul Ekman (Reza, 2016):

  • Miedo: su función es la protección, al indicarnos un peligro ya sea real o imaginado
  • Tristeza: su función es la revinculación o reintegración personal, nos motiva a fortalecer los recursos propios y a pedir ayuda.
  • Rabia: su función es la defensa, nos ayuda a destruir obstáculos por medio del ataque o la huida.
  • Alegría: favorece la amistad y la articulación social, genera bienestar y altos niveles de energía.
  • Sorpresa: la función de esta emoción es facilitar la atención y conductas de exploración e interés por la situación.
  • Disgusto o asco: tiene la función de rechazar sustancias tóxicas o desagradables para alguno de los sentidos.

Ahora bien, ¿Cómo aprovechamos las emociones?

Cuando aprendemos qué problema nos está indicando cada emoción, y luego de detectarlo nos concentramos en resolverlo, es decir, las gestionamos. El primer paso es identificarlas y observarlas, reconocer que sentimos, que, aunque parezca obvio, no lo es; a muchas personas les cuesta conectar con lo que sienten, así que las siguientes preguntas pueden servir de orientación:

  • ¿Qué siento?
  • ¿Dónde lo siento?
  • ¿Cómo lo siento?
  • ¿Qué pienso al sentirme así?

El segundo paso es expresarlas, después de haber identificado y escuchado la emoción, lo ideal es realizar un trabajo personal de expresión, según lo que sea más cómodo para cada persona, por ejemplo, escribiendo, pintando, hablando con otros, etc. 

El tercero y último es aprender, es una etapa de autoevaluación y autoconocimiento, en la que, según la función de las emociones, el objetivo es entender qué mensaje traía cada emoción y lo que podemos aprender de ella.  Este ultimo paso, a veces se dificulta y se recomienda buscar ayuda profesional.
En conclusión, evitar las emociones es problemático para la salud mental, la emoción evitada suele reemplazarse por otra. Por ejemplo, a veces en lugar de la tristeza, aparece la rabia, o la emoción evitada aparece de forma excesiva, como una reacción desproporcionada ante una situación determinada. Cuando no experimentamos las emociones, estas se acumulan hasta que encuentran la manera de salir, por ejemplo, de manera explosiva o en el cuerpo, así que lo mejor es aprender a gestionarlas, identificándolas, expresándolas y aprendiendo de ellas.

Recuerda: cuando las emociones no se expresan, el cuerpo habla.
Por último, el siguiente artículo es recomendable si quieres saber más sobre las emociones  https://viviendolasalud.com/cuerpo-y-mente/emociones-basicas


Referencias bibliográficas 

Hayes, S. (2020), Una mente liberada, España, Editorial Planeta.

Imagen 1: Fuente, imágenes de Google.

Imagen 2: Fuente, imágenes de Google.

Levy, N. (2000), La sabiduría de las emociones, España, Plaza & Janes Editores, S. A.  

Reeve, J, (2010), Motivación y emoción, México, The McGraw-Hill Companies.

Reza, L. (2016), La influencia de las emociones en las expresiones faciales según Paul Ekman. Revista Contribuciones a las Ciencias. Recuperado a partir de http://www.eumed.net/rev/cccss/2016/02/emociones.html

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